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La aceptación de lo inaceptable.

Entrada de reflexión: Vivimos tiempos convulsos, y yo no pudo evitar sentirme cada día más rota y desesperanzada. Lo verdaderamente preocupante de nuestro tiempo no es únicamente la persistencia de guerras, el avance del racismo y la xenofobia o la multiplicación de las desigualdades. Lo más preocupante es la normalización que la sociedad está haciendo de todo ello. La violencia y el sufrimiento humano han dejado de ser acontecimientos extraordinarios para convertirse en parte del flujo cotidiano de información. Vemos imágenes de ciudades destruidas, familias huyendo, niños heridos, y sin embargo las consumimos como un contenido más, situado entre anuncios publicitarios o el último reto viral. El horror ya no interrumpe la rutina: convive con ella. Y en esa normalización es donde radica la derrota más profunda, la aceptación de lo inaceptable . El odio, del mismo modo, ha adquirido carta de legitimidad. Discursos que antes habrían sonado intolerables, hoy se presentan como simples ...

Más allá de los números.


Existe una metáfora que se utiliza mucho en sociología y economía, y que en los últimos años ha ido ganando cada vez más “atención”: el ascensor social. Subir, bajar, quedarse en la misma planta. Se habla de movilidad, de oportunidades, de esfuerzo. Pero pocas veces se habla de que:

No todo el mundo empieza en la misma planta.
No todo el mundo tiene ascensor.
Y, a veces, directamente, el ascensor no para donde vives.

Me he pasado los últimos cinco años de mi vida investigando la desigualdad, en concreto, ese llamado ascensor social. He estudiado cómo el origen familiar, el lugar donde naces o el entorno socioeconómico en el que creces pueden marcar —con más fuerza de la que pensamos— la dirección de tu vida. Y, sin embargo, me sigue sorprendiendo cuán invisibles pueden ser esas desigualdades cuando se presentan como “decisiones personales”, “falta de mérito” o “falta de esfuerzo”.

No escribo este blog para resumir artículos científicos ni para convencer a nadie de que los datos dicen lo que yo quiero que digan. Escribo porque hay cosas que no caben en un gráfico. Porque detrás de cada cifra y cada dato hay una vida. Porque a veces, los datos, son mucho más que meros números.

Este blog será un espacio para pensar. Para compartir historias, preguntas, intuiciones. Para hablar de brechas que no siempre se miden, pero sí importan. Y para escribir con libertad, desde la experiencia de quien ha pasado muchas horas mirando datos, y muchas más pensando lo que muchos se niegan a admitir.